TENTE QUIETO MALANDRIN
La vida, los años y las horas te dan millones de minutos. Pero “el Tío Minutos” es sólo uno y a buen seguro que muchos de vosotros tuvisteis la fortuna de compartir con él alguno de los otros.
Quizás aun no sepáis de quien estoy hablando. Os voy a acercar más a esta inigualable persona de casi siempre rostro amable y boca sonriente. O mejor directamente revelemos su nombre: Domingo, “el Domin” (alcarreñizándolo), o Doménico, como yo le llamaba dándole un toque napolitano a su ya de por si hermoso nombre. Pues sí, como habréis adivinado, os estoy hablando de Domingo el de La Cepa. El Domin y “su bodega”, como a él le gustaba llamar a “La Cepa” durante las tres décadas que estuvo al pie de litrona.
Llegó a Guadalajara desde Bustares vía Madrid donde paso una adolescencia sin el amor de sus padres, ya por entonces desaparecidos. Quizás esto le hizo ser como le conocimos: Un espíritu libre que, por no molestar, nunca pedía un favor. Por el contrario, siempre estaba dispuesto a compartir lo suyo. Sus bolsillos no tenían ni un solo hilo de amianto y enseguida se quemaban al lado de los que le rodeaban.
Una vez en Guadalajara, y más concretamente en el barrio de La Llanilla, se estableció como fontanero comprando un local en la calle de Santa Teresa. No mucho más tarde tuvo la genial idea de convertir el local en la bodega “La Cepa” y a partir de aquí entró a formar parte de la historia de Guadalajara. Entre aquellas paredes, adornadas con un cuadro que su amigo Manolo Cobos pinto y regaló, no fuimos pocos los que nos conocimos, enrollamos, bailamos, planeamos, conspiramos, privamos, vimos algún concierto.
Los hubo que compusieron, escribieron, dibujaron y sobre todo fuimos muchas horas felices.
Punks, rockers, heavies, mods, gente del barrio, jubilados, estudiantes, trabajadores, parados, músicos, escritores, poetas, ilustradores, fanzineros y yo qué sé de gentes de lo más variopinta.
Con las tinajas de vino de Noblejas a las espaldas del bueno de Domingo y el nombrado cuadro de una de las escenas del Quijote luchando contra los pellejos de vino y su famosa frase “tente quieto malandrín”, por aquella bodega fueron pasando gran parte del “undergrond” de la ciudad, aunque él no tuviera en aquellos días ni pajolera idea de lo que esa palabreja significaba.
Fue La Cepa nuestro lugar de reunión tras las protestas estudiantiles en aquellos convulsos años 80 y también, como no, de aquella inolvidable sentada ante el reactor nuclear de Trillo: “Ni trillo ni Zorita y más casas de citas”, “Menos nucleares y más juerga en los bares”. Y juerga nunca faltaba en la bodega. Tengo que reconocer que a veces se me iba la mano con la juerga, años juveniles revoltosos de uno, y el Domin me tenia que llamar la atención mas de una vez. Vamos, que no era de sus clientes preferidos. El con su bondad me perdonó todas aquellas pequeñas trastadas el primer día que pasé de ser cliente a compañero.
Mi aterrizaje en el barrio de la Llanilla, en donde él fue, junto a Fernando Relax pionero de servir a gente joven, se me hizo desde el primer día más fácil gracias a Doménico. Acogió a aquel chaval por entonces revoltoso como a un amigo compañero de dos calles más arriba.
Joder Domin fuiste, junto a Eugenio del Brianda, mi maestro de hostelería. Luego no mucho más tarde llegarían: Pichón y Javi al Alto rey y después al Fleming, Modesto al Alto, Antonio el Piri y tras él Caco y Pepinillo al Capricho o Irlandés errante con Pedro. Que recuerdos más bonitos. Éramos una piña. La Llanilla molaba un huevo y todo en gran parte giraba en torno al serrano de Domin.
Aquellos menús juntos, aquellas chuletadas, aquellos torneos inolvidables, esas nocheviejas en casa de Javi… En fin, como siempre su sonrisa alumbraba aquella deliciosa unión que siempre hubo entre nosotros: “La Llanilla es joven”.
Domin tú me enseñaste a como vivir de esto sin quemarme con el paso de los años, muchos por cierto. Pero el amianto de tu ánimo esta vez sí que se caducó: Es lo que tiene esta profesión. Cuando te toca, te toca y como tu hiciste hay que dejarlo.
Te marchaste de Guadalajara, Domingo, para volver a ser el Minutos en tu queridísimo Bustares. Si aquel Bustares que disfrutamos los Scooteristas incluido tu de paquete de un clásico llanillero, (Enrique Carda). La del 92 fue una Scooter run larga e inolvidable, con cabrito en las minas incluido. Nunca podré olvidar tu cara de felicidad, la que ponen los buenos anfitriones.
A los pies del imponente Alto rey has vivido estos años feliz, como casi siempre lo fuiste, pero multiplicado por ciento. Los últimos de estos abandonaste a tus viejos amigos: los colorines y el Ducados, para convertirte en hortelano a una cuarta de esa casa serrana que con tanto cariño fuiste reformando poco a poco.
Saliste ya de Bustares para no volver nunca. Como siempre, sin hacer ruido y mucha discreción.
Dejase tu hermoso pueblo para preparar ese viaje en tren hacia la estación a la que un dia con sus minutos, por supuesto ninguno tan especial como el “tío minutos”, partiremos todos.
Ya verás Domin como flipas desde la ventanilla de ese tren con la cantidad de huertas preciosas, con sus tomateras, frutales, lechugas, pimientos y yo que se la cantidad de maravillas que tus cansados ojos van a ver.